domingo, 18 de mayo de 2008

El VIAJE DE A

Vídeo. Desde el manillar

Tengo yo un alumno que llamaré A. A tiene diecisiete años y estudia segundo de bachillerato. A no es un alumno cualquiera. A tiene inquietudes. A A le gusta el cine. A ha hecho un corto y lo ha presentado a un concurso. A me ha dejado ver su trabajo, según él un tanto improvisado y sin demasiada planificación. Me ha parecido un trabajo bastante digno, hemos hablado y he opinado que debería darlo a conocer porque para ser un principiante me parece un buen trabajo. Claro que yo no soy ningún experto en cine ni en cortos, solo soy un espectador. Ni creo que el corto de A vaya a ser seleccionado para los Oscars.

El valor del trabajo de A es el atrevimiento, el salto cualitativo que significa dejar de ser espectador pasivo y convertirse en parte activa de su mundo. Da igual si el trabajo sale mejor o peor, da igual porque siempre habrá gente interesada y gente a la que le producirá indiferencia. Pero sin empezar no se puede mejorar. Y nadie le va a quitar ya lo bailado. En este mundo resbaladizo de la obra de autor siempre se mueve uno en la duda, en la inquietud de si debemos poner el acento en lo que hemos hecho mejor o en lo que hacemos peor, para así poder mejorar. O en los dos extremos. Y pensamos… ¿esto le puede interesar a alguien (aparte de a mi abuela, claro)?; ¿o mejor lo guardo en un cajón?.



La cara vista de la piedra

A ha iniciado un viaje, ha dado un paso que siempre es un granito de arena en la playa de una larga ruta. Inseguro, balbuceante, como se dan los primeros pasos en la vida. Pero A ha salido del cascarón y eso ya no tiene retorno. Podrá tardar más o menos en dar el siguiente paso, pero el viaje ha comenzado. Ánimo, que el futuro es más de ustedes que nuestro.

Escribir es probablemente una manera de aprender. Y aprender una forma de viajar. Somos un poco volcanes de experiencias que vamos por los sitios mirándolos con ojos de esponja. Noto que los años me van dando más sosiego para detenerme en los detalles, en las texturas, que no solo llego, fotografío y marcho; que también huelo, saboreo, busco el detalle de lo excepcional, por si fuera la ostra de la perla, por si fuera yo el que puedo ver lo que nadie vio antes. De ilusiones puede que también se viva. Tal vez sea un punto de espíritu explorador que pueda uno tener en algún gen ignoto, o quizás sea “el viaje interior”, o acaso el camino que recorremos descubriendo como son los otros para saber como somos en realidad nosotros mismos. Negar el aprendizaje es negar la vida misma. Y debería estar prohibido negar la vida.

Más fotos en http://picasaweb.google.es/jtavleo/UNFINDESEMANADEMAYO

viernes, 9 de mayo de 2008

¿DÓNDE NOS LLEVARÁ LA VIDA?

En medio de tanto preparativo, leyendo consejos por aquí y por allá, revisando las experiencias de otros, recogiendo lo que me parece bueno, descartando las chorradas, escuché hoy en la radio una entrevista con un tipo que daba consejos sobre como recorrer el Parque Nacional de Garajonay sin perderse, sin agobiarse, sin arriesgarse. Algo así como un manual sobre como viajar desde el sofá de casa. Y me pregunté si realmente estamos tan seguros en el silloncito. Y si merece la pena tener tan minuciosamente controlado el viaje. No es que yo quiera ser ahora el paradigma de Indiana Jones. Ni mucho menos, pero ni tanto ni tan poco, como diría mi mamá. Y qué decir del spot de la firma de lujo Louis Vuitton. Qué bonito lo hacen los ricos, ¿eh?. Si gustan, hay una versión más larga pero sin texto en http://www.youtube.com/watch?v=zTtpFmgBmTI.
Tendemos a creer que en nuestras rutinas, en nuestros espacios seguros, reconociendo todos los días las mismas carreteras, las mismas montañas, las mismas calles, las mismas caras estamos realmente seguros.

La nube que repta por el Risco
Pero si un día nos sacan de nuestro refugio, no sabemos como movernos. Nos desorientamos, nos sentimos inseguros, necesitamos guías, señales, códigos que nos ayuden a despertar nuestro instinto, que a base de no usarse se acaba atrofiando.

Palmeras llegando a Haría
¿Cuáles son las montañas de referencia para las aves migratorias? ¿Como conocen el camino los salmones? Cambiar de sitio, cambiar de gente, de aire es signo de que nos podemos adaptar a otros entornos, de redescubrir nuestros recursos, de que nuestras capacidades no están muertas y aún somos capaces de despertarlas y hacerlas brotar como semillas en desierto. Viajan los animales por instinto, y nosotros quizás conservemos algo de ese instinto en nuestro interior. Algunos lo niegan. Y dicen "a mí es que no me gusta viajar". Olvidan que la vida misma es un viaje en el que estamos inmersos, aunque no siempre, y sobre todo no todos, seamos capaces de reconocerlo.

Sobre el spot