jueves, 23 de agosto de 2012

De qué estarán hechos los sueños

No sé si a todo el mundo le pasa lo mismo, pero sospecho que los sueños más primigenios, los menos evolucionados, los casi neonatos proceden de esa etapa en la que nos hacemos hombres y mujeres.  Un tiempo en el que nos preguntamos esas cosillas eternas: por qué estamos aquí, por qué somos humanos y no guacamayos, cual es el tamaño del universo o hasta donde podremos viajar y cuanto tiempo tenemos para hacerlo.  En esa fase en la que tendemos a arriesgarnos más de la cuenta, básicamente porque no tenemos nada que perder y porque casi habiendo acabado de descubrir el mundo no vemos ningún motivo para no recorrerlo de cabo a rabo, se generan los sueños. Hoy he leído que los adolescentes no se arriesgan tan torpemente como sospechamos los adultos… que en realidad miden el riesgo, que sólo se pavonean un poco para demostrarle al mundo, pero sobre todo a sí mismos, lo fuertes, lo grandes, lo poderosos que pueden llegar a ser.  ¿Sobreviven los sueños al paso del tiempo?  ¿Evolucionan los sueños con el tamiz de la experiencia?  ¿Es bueno o no lo es conservar los sueños antiguos, no perder la esperanza?  ¿Hay que descartar los sueños que, por las circunstancias que sean, son ya muy probablemente sueños imposibles?  ¿Nos abandonan los sueños irremediablemente?
 
Cuando nos enfrentamos a nuestros sueños de juventud, más tarde que pronto, pero sin llegar a nunca… 



Cuando los sueños se vuelven crueles…


Cuando se vive en la fábrica de los sueños... 


Sueños que cobran vida... que ignoran lo que son. 


Cuando la vida que se ve pasar como un sueño... 

domingo, 8 de enero de 2012

Una butaca para soñar

Escribir. Construyes la idea, la aderezas, la dejas macerar, la metes en el horno.  Pero no, no es lo mismo que cocinar, no dura mucho un papel en blanco delante de unos ojos sin motivación. ¿Qué podría hacer que una mujer extraordinaria como usted quisiera hablar con un tipo (¿vulgar?) como yo?   Eso le pregunta Matt Damon, en su personaje de "Un Lugar para Soñar", a una irreal señora con sonrisa, explicándole a sus hijos su primer encuentro con su madre.  Creo que es lo único que merece la pena de una película ñoña, blanda, previsible y bastante convencional, que decepciona considerablemente la capacidad del espectador para asumir su papel de observador y partícipe de la trama que se desarrolla delante de sus ojos.  Porque si una cosa tiene el cine es su enorme capacidad de andén de tren.  Llegas, te sientas en la butaca, pero en realidad te estás subiendo a un tren que en un par de horas te transporta a los lugares más increíbles del hiperespacio, a la tierra de los Jedis, a la mente de Mandela o al planeta de los simios...  Es un viaje al que no sabes si acabarás yendo, a diferencia de otros es el viaje el que te acepta o no, es un monumento a la emoción, a la evasión, debería ser arte en movimiento siempre.  ¿Por qué si no acabamos tan subyugados por personajes extraordinarios pero inexistentes? ¿Por qué tanta gente siente atracción por walking deads o por lobos-hombres-lobos?  ¿Cómo podemos angustiarnos tanto con el genial Jack Nicholson en su papel de escritor en El Resplandor?  ¿Y a cuento de qué sentimos miedo por su mujer y su hijo? ¿Qué podría hacer que un cuento visual, como el que tú me cuentas, pudiera emocionar así a un tipo como yo?