domingo, 6 de septiembre de 2009

Como una luna en el agua

Ruedo en un túnel de aire, lo siento en la cara, en las orejas, veo el horizonte desde arriba. Llevo un lento balanceo, escucho el traqueteo de las ruedas en el camino trac-toc-trac-toc, y los conejos son manchas grises y veloces. Cierro los ojos y siento los olores, que huelen a ti y a ráfagas de flores de verano, a un aire antiguo que alguna vez inventó mi mente, que nunca se fue; mis manos se aferran a ti y es como si también tú me abrazaras; de pronto abro los ojos entre jadeos y trompicones, la prudencia no permite cerrar así los ojos, tal vez… Me envuelve una música, no hago otra cosa que pensar en ti, y no se me ocurre nada, el sol de la mañana me toca la cara y lo siento como una caricia, la melodía sigue miré por la ventana y me fugué con una niña que iba en bicicleta… Confiado en el sendero pienso que te guío, pero a veces me corriges y pareces tener vida propia; me hablas, de cerca me hablas y no consigo entenderte, tus susurros son de otro mundo, silabeos y sonidos que hablan de prudencia, de no dejarse llevar por los impulsos, de ser reflexivo, de no ir demasiado rápido, dejar que sea el camino el que marque el ritmo, ser responsable... Y yo te veo como una luna en el agua, titilante y delicada, lejana e inaccesible, como el reflejo de algo grande y hermoso que nunca terminaré de alcanzar y del que apenas capto un solo destello.