No sé si a todo el mundo le pasa lo mismo, pero sospecho que
los sueños más primigenios, los menos evolucionados, los casi neonatos proceden
de esa etapa en la que nos hacemos hombres y mujeres. Un tiempo en el que nos preguntamos esas
cosillas eternas: por qué estamos aquí, por qué somos humanos y no guacamayos,
cual es el tamaño del universo o hasta donde podremos viajar y cuanto tiempo
tenemos para hacerlo. En esa fase en la
que tendemos a arriesgarnos más de la cuenta, básicamente porque no tenemos
nada que perder y porque casi habiendo acabado de descubrir el mundo no vemos
ningún motivo para no recorrerlo de cabo a rabo, se generan los sueños. Hoy he leído que los
adolescentes no se arriesgan tan torpemente como sospechamos los adultos… que
en realidad miden el riesgo, que sólo se pavonean un poco para demostrarle al
mundo, pero sobre todo a sí mismos, lo fuertes, lo grandes, lo poderosos que
pueden llegar a ser. ¿Sobreviven los
sueños al paso del tiempo? ¿Evolucionan
los sueños con el tamiz de la experiencia?
¿Es bueno o no lo es conservar los sueños antiguos, no perder la
esperanza? ¿Hay que descartar los sueños
que, por las circunstancias que sean, son ya muy probablemente sueños
imposibles? ¿Nos abandonan los sueños
irremediablemente?
Cuando nos enfrentamos a nuestros sueños de juventud, más tarde que pronto, pero sin llegar a nunca…
Cuando los sueños se vuelven crueles…
Cuando se vive en la fábrica de los sueños...
Sueños que cobran vida... que ignoran lo que son.
Cuando la vida que se ve pasar como un sueño...